martes, 22 de enero de 2013

Martes y 2013

Martes y 2013 fue el primero de enero y es el título que se me ocurrió que habría que ponerle al primer post del año, esa entrada que un bloguero menos dejado hubiera escrito aquel martes concreto —y no éste, tres semanas más tarde—. Lógico era pensar que la ocurrencia no era original, pero yo acabo de enterarme ahora, porque he googleado la expresión, que así se llamó el especial de año nuevo de Radiotelevisión Española. Y, por mucho que la frase de marras sea tópica, haber coincidido en el chascarrillo con quienes pergeñan la programación del nodo me inquieta. Porque ¿¡mira que si la sobreexposición a la caspa está comenzando a afectarme más de la cuenta!?

Si no le ponemos un remedio que parece más que improbable, dada la estrechez de miras de quienes toman las decisiones, el 2013 será un mal año para la traducción literaria en nuestra Facultad, porque la asignatura de traducción literaria desaparece del plan de estudios a la boloñesa. Hay alguna asignatura por ahí, de cuya utilidad no dudo, que conserva Literatura y Traducción en su denominación pero no pretende ser un ejercicio práctico de la especialidad que nos interesa. Veremos si podemos conseguir que la traducción literaria de verdad vuelva, de algún modo, a la práctica docente de Granada. Hasta entonces, con las exposiciones de Isabel, Fran y Carlos, Mireya y Bianca y Kseniya, Anabel y Francisco, se acabó lo que se daba.

Lo curioso es que este último año se ha duplicado el número de estudiantes en las dos combinaciones lingüísticas que he tenido el gusto de impartir, inglés-español y alemán-español; y eso, a pesar de que esta última edición de T12 ha tenido, en parte, carácter experimental, con el desasosiego que suele provocar el alejarse de las sendas algo más trilladas.

El sesgo experimental que hemos querido imprimirle a la materia ha consistido en intentar acercarnos un poco más a la práctica profesional de la traducción editorial y hacerlo de manera más realista. Para ello, hemos trabajado exclusivamente con textos no publicados en español y susceptibles de convertirse en proyectos editoriales factibles. Los estudiantes han tenido, pues, que meterse en la piel de los traductores literarios profesionales, que suelen ser, a la vez, traductores y scouts: han tenido que localizar por sí mismos textos hábiles para sus proyectos y contactar luego con editoriales, autores y agentes hasta cerciorarse de que las obras escogidas servían, de que se trataba, en efecto, de obras cuyos derechos en español no habían sido vendidos aún a ninguna editorial española o hispanoamericana. Quien alguna vez ha tenido que hacer estas gestiones sabe que no siempre es fácil acceder a esta información, por muy sencilla que parezca la diligencia a priori. Unos pocos participantes han optado por obras de dominio público y se han ahorrado el trámite, pero han sido muy pocos, apenas tres grupos; y los textos por los que se han decantado son, a no dudarlo, interesantísimos y de superior dificultad (por ejemplo, Danger!, de Sir Arthur Conan Doyle, o A Handy Guide for Beggars, de Vachel Lindsay).

En cuanto al trabajo escrito con que solíamos culminar hasta este año la asignatura (en rigor, proyectos de iniciación a la investigación), ha sido sustituido por la redacción de reseñas de las obras traducidas cuyo objetivo último sería venderlas como proyectos de traducción editorial reales. Las reseñas contienen, sin excepción, muestras del género (esto es, extractos breves de los textos elegidos) y, en un ejercicio algo arriesgado de traducción vulnerable, links a las versiones de los participantes en el curso y a los textos origen en inglés o alemán; y aparecerán en un nuevo blog, translating for fun, en cuanto estén debidamente revisadas y editadas. Con las modificaciones necesarias y acompañadas de pruebas de traducción, las reseñas pueden servir como base para los informes que los interesados puedan remitir a las editoriales para proponerles la publicación en español de las obras elegidas. Pero esto ya lo hará quien quiera de manera autónoma y trasciende, en rigor, los objetivos académicos de la asignatura.

Por hacer un balance muy apresurado, en un cuatrimestre difícil, el curso ha transcurrido sin excesivos sobresaltos ni complicaciones logísticas, lo que no es poco (hemos podido compatibilizar las clases con las movilizaciones y los resfriados nos han respetado lo suficiente); y, bueno, creo que cabe estar razonablemente satisfechos: se han cumplido los plazos; la elección de los textos de trabajo ha sido, en prácticamente todos los casos, irreprochable; las traducciones y las exposiciones han sido, en general, buenas, algunas, excelentes (y, cuando no lo han sido, han servido para generar una discusión que habrá dado o dará sus frutos en la vertiente formativa); y, con las naturales diferencias entre los grupos, en todos ha habido una dinámica que casi siempre ha permitido que surjan debates fructíferos. En el debe, hay que notar que no todos los participantes han venido a todas las sesiones perfectamente preparados y que no todos los participantes han asistido a clase con la regularidad exigida: lo primero no es deseable pero sí comprensible, habida cuenta de lo ambicioso del programa y el desmesurado número de asignaturas y horas de clase a las que hay que asistir en los estudios de Traducción e Interpretación en España; lo segundo, como es lógico, tendrá su incidencia en la evaluación que acabe obteniendo cada cual. En cuanto a los géneros que hemos tocado, la sorpresa agradable este año la ha dado el grupo de alemán, donde por fin ha entrado la literatura algo más popular en el repertorio de textos elegidos por los estudiantes: ya era hora. Se trata de la consecuencia lógica de exigir que los textos de trabajo fueran inéditos en castellano: si lo llego a saber, habría introducido este requisito mucho antes.

En fin, ayer recibí un piropo de un estudiante que me dijo que el curso le había encantado, sobre todo las primeras sesiones (lo que ya es alabanza, porque yo, en las sesiones introductorias de cada asignatura, tiendo a casi, casi abusar de un enfoque mayéutico radical que no tiene por qué gustarle a todo el mundo). Esto lo digo, de manera algo impertinente, porque los profesores no solemos ser destinatarios de piropos, mucho menos a la cara y de viva voz (sospecho que tampoco a nuestras espaldas y en voz baja). Pero el mérito de lo que se ha venido haciendo en traducción literaria en nuestra Facultad durante los últimos cinco años, el trabajo autónomo, serio, ilusionado, en ocasiones brillante pero siempre comprometido, es, sobre todo, vuestro, de los estudiantes que habéis llenado las aulas para participar en una asignatura que ahora, pese a vuestro interés, lamentable e inexplicablemente, queda eliminada de los planes de estudios. Por vuestro interés, gracias de corazón.

3 comentarios:

Doodlelike Swirlish dijo...

A los supersticiosos cosmopolitas, la triscaidecafobia no tiene por qué afectarnos, ya que nuestro conocimiento del mundo exterior nos ha permitido enterarnos de que, allende los Pirineos, de lo que sufren los de nuestra cofradía es de friggatriscaidecafobia, y el que una superstición no sea universal le resta efectividad. A la superstición, se entiende. Estarás a salvo si eres bicultural y pragmático: si eres o te consideras hispanobritánico, por ejemplo, tu naturaleza insular te permitirá escapar de la maldición de los martes y trece en España; y, en Inglaterra, tu españolidad te mantendrá a salvo del horror de los viernes y trece. Ahora bien, si eres un supersticioso riguroso y sincrético, tendrás que procurar no casarte ni embarcarte no uno, sino dos días a la semana. Tanto aquí como allá.

Toru dijo...

Ya comenté en clase lo útil que me parece aprender a hacer traducción literaria, y que no entiendo por qué se le da tan poca importancia a esta asignatura cuando es tan útil para aprender a resolver problemas de traducción que no se aprenden en otras asignaturas (entre otras cosas). Así que no tengo ni que decir que me parece un craso error eliminarla del plan de estudios... pero claro, también me lo parece el reducir las especializaciones de esa forma tan ridícula, claramente para que nuestros pobres compañeros de Grado, además de tener que dejarse los cuartos en la carrera se los tengan que dejar en un máster para aprender más o menos los que nos han enseñado a nosotros...
En fin, que me ha encantado la asignatura, la he disfrutado mucho, y me ha parecido un acierto su planteamiento, por experimental que fuera. Me alegro mucho de haberla cursado.
Tengo una crítica constructiva, pero claro, solo podría ponerse en práctica si se volviese a dar la asignatura: me hubiera parecido una mejor distribución del tiempo presentar primero lo que se iba a hacer, para que la gente fuera haciendo los grupos y eligiendo y buscando los textos, y luego hacer las sesiones teoóricas "mayéuticas". Entiendo que el orden que hemos seguido tiene su lógica (primero definir qué es la Literatura y luego ponernos a buscar textos literarios), pero se hubiesen evitado los días de vacío siguientes mientras nos organizábamos los grupos. Digo esto con la esperanza de que la asignatura vuelva a impartirse en esta casa algún día. Por lo demás, no tengo queja alguna, es más, me ha parecido excelente.

Carlos J. Guerrero Ramos dijo...

2013 será un año lleno de martes, pero uno con un solo martes y trece fetén, Mr Swirlish. Quien no se consuela es porque no quiere. Viernes y trece, eso sí, habrá dos. Toru, gracias por tus observaciones: el intermedio entre las sesiones, llamémoslas, teóricas y las exposiciones fue intencionado, para daros tiempo para que trabajarais en vuestros proyectos particulares; no fue intencionado, sin embargo, que ese intermedio fuera tan largo, con lo cual las defensas comenzaron algo tarde y prácticamente no tuvimos descanso hasta el final del curso (ni un margen mínimo para imprevistos que, gracias a Dios, no hemos necesitado). Me alegro —mucho y sinceramente— de que te haya gustado el curso.